A finales de los 70, cada domingo los niños se levantaban temprano para ver Animalandia, un programa de televisión amenizado por el popular ‘Pacheco’, que incluía concursos, espectáculos con payasos, magos y mascotas.
A sus 12 años, Álvaro Martín Gómez Acevedo era uno de los pequeños que hacía parte de la audiencia de Animalandia, pero no por ver las locuras de ‘La caravana de la alegría’, sino por la ‘fiebre’ de que lo llamaran para presentarse en la sección patrocinada por Órganos Thomas, en la que se inscribió para participar y tocar melodías en el órgano electrónico que le había regalado su papá. Sin embargo, nunca llegó a interpretar este instrumento en el programa.
Álvaro es un tipo intelectual y bohemio, un ser bastante particular para algunos, pues a sus 50 años usa el cabello largo (recogido con una cola de caballo y dejando ver algunas canas), casi siempre viste de negro y con camisetas de bandas de rock de los 70 y 80. Su apartamento huele a historia, pero no cualquier historia, a historia musical que escucha en su vieja, pero muy bien cuidada radiola, la cual tiene en el centro el sello único de una de sus bandas favoritas: AC/DC.
“Fui la primera persona en Bucaramanga que tuvo la copia de Back in Black de AC/DC, que es el segundo álbum más vendido de la historia después de Thriller de Michael Jackson; la primera copia que se vendió de ese disco aquí fue para mí. Lo sé porque anduve a la ‘pata’ de él desde antes que lo produjeran en Colombia”, resalta Álvaro con una particular sonrisa.
“La música, mi pasión”
La pasión por la música siempre estuvo inmersa en las venas de este rockero. No obstante, sus logros académicos y ser el segundo mejor bachiller de su clase indicaron que “tenía mi vida hecha”, por eso decidió estudiar ingeniería de sistemas. “Me presenté a Los Andes, así que me fui para Bogotá, allá no me amañé, entonces me vine a estudiar a la UIS, hice dos semestres más y me di cuenta que no era lo mío”, recuerda con humor.
Su paso por la UIS fue fructífero porque allí conoció su instrumento ideal, el bajo eléctrico, “resulté tocando el bajo y me armé de valor y le dije a mí mamá que no quería seguir estudiando ingeniería y que quería ser músico. En ese momento ella pegó el grito en el cielo, entonces para complacerla me inscribí a estudiar comunicación en la UNAB. Hice cuatro semestres, pero no seguí”, cuenta sonriendo.
Después de unos años de insistir, finalmente su madre lo apoyó para que estudiara Música en la UNAB. Allí se graduó a los 32 años como Maestro en música con especialidad de instrumento contrabajo con título Magna Cum Laude, “me quedó la satisfacción de mostrarle a mi mamá que me gradué con honores, estaba ‘muerta’ del orgullo cuando recibí el título”, expresa emocionado el maestro.
Docente y coleccionista
Tras graduarse Álvaro Martín, el maestro Sergio Acevedo, fundador de la sinfónica UNAB, le solicitó ser docente de la Facultad de Música, un trabajo que no era su proyecto de vida, pero para el cual tenía vocación. De ese modo se convirtió en profesor de la UNAB y, además, de la UIS, y ya lleva alrededor de 18 años enseñando lo que más le agrada. “Me gusta mi trabajo porque le aporto a las personas que se esfuerzan por hacer las cosas bien, me alegra saber que tuve que ver en la formación de los estudiantes”, manifiesta orgulloso.
Es así que este rockero de corazón y Al Capone de los discos, que cuenta con una colección de más de 1.700 en su biblioteca entre los que se destacan grupos de rock como Kiss, Led Zeppelin y AC/DC, pero también discos de salsa, jazz y música clásica, día a día se la juega por educar a los estudiantes de una ciudad sin límites para el talento y el arte musical.
VANGUARDIA