Recientemente se divulgó un video de Steven Pinker, un profesor de la Universidad de Harvard, en el que al parecer alababa a miembros de un movimiento racista. El video, que fue grabado en noviembre durante un evento en Harvard organizado por la revista Spiked, mostraba a Pinker mientras se refería a “la gente a menudo muy educada, muy inteligente que tiene tendencias de extrema derecha” y destaca que son “conocedores del internet y los medios”.
La grabación se hizo viral. La derecha lo celebró y la izquierda se enfureció. El sitio web neonazi Daily Stormer redactó un artículo con un titular que, en parte, decía: “Profesor judío de Harvard admite que la extrema derecha y la derecha tienen la razón en todo”.
Un tuit del video publicado por Alex Witoslawski, una persona que se describe como un “provocador de la chusma y simpatizante de la extrema derecha”, obtuvo cientos de retuits incluyendo uno de Richard Spencer, un líder nacionalista blanco.
“Steven Pinker desde hace tiempo ha sido un favorito de la extrema derecha supremacista y blanca”, señaló el periodista Ben Norton, quien simpatiza con la izquierda. “Y él les corresponde”, añadió. Otros reaccionaron al rumor con simple exasperación: “Dios santísimo”, dijo el comentarista liberal y biólogo PZ Myers, quien también escribió un texto en el que denunció a Pinker por esta supuesta alianza.
La idea de que Pinker —un profesor de psicología que es judío y liberal— sea fanático de un movimiento antisemítico y racista en internet es totalmente absurda, así que se podría rechazar esta historia como una exageración al igual que cualquier otro ejemplo de lo que las redes sociales hacen mejor: generar indignación.
Sin embargo, es un episodio que vale la pena desentrañar porque enfatiza una tendencia perturbadora que empeora cada vez más en las redes sociales y mediante la cual esas lealtades tribales están remplazando los tradicionales conocimientos empíricos.
Quizá “subtribal” es el término más preciso y adecuado en este caso. Una cosa es decir que la izquierda y la derecha no están de acuerdo sobre hechos simples de la historia del mundo: ese tipo de fragmentación informativa ha estado ocurriendo durante un tiempo y precede a Twitter. Lo que las redes sociales hacen es acercar la lupa cada vez más, por lo que es más difícil que la gente que está de acuerdo en cuanto a su ideología general no lo esté sobre hechos básicos de los sucesos noticiosos.
Eso se debe a que las nocivas dinámicas sociales de estos espacios en línea promueven la idea de que cualquiera que no esté de acuerdo contigo sobre un tema controvertido, aunque sea un leve desacuerdo, es incorregiblemente tonto, malvado o sospechoso. En una amplia y creciente gama de temas no existen los desacuerdos de buena fe.
La furia en línea dirigida a Pinker es el ejemplo perfecto. El video era engañoso. Si se ven los ocho minutos completos del pánel del cual lo extrajeron está claro que el punto de Pinker es que las creencias de la extrema derecha son falsas e ilógicas, pero que la izquierda necesita hacer un mejor trabajo a la hora de combatirlas.
El video comienza con Pinker diciendo que está de acuerdo con los otros panelistas (dos periodistas y un abogado) acerca de que “la corrección política ha dañado muchísimo a la sección de la población que podría ser… no quisiera decir ‘susceptible’, pero sí cuya afiliación podría estar disponible para quien la busque”.
Este problema se presenta cuando se trata de “las personas muy educadas y muy inteligentes que tienen tendencias de extrema derecha: conocedoras del internet y los medios que a menudo se radicalizan y ‘eligen la pastilla roja’, como dice el dicho, una referencia a la película The Matrix“.
Pinker continúa argumentando que cuando los miembros de ese grupo se encuentran por primera vez con ideas que desaprueban o que se callan en los círculos liberales —aseveraciones como que la mayoría de los atacantes con bombas son musulmanes o que los miembros de distintos grupos raciales cometen delitos a tasas más altas, por ejemplo— de inmediato “se infectan con un sentimiento de indignación causada porque estas verdades son indecibles” y así “no hay barrera que les impida tomar conclusiones bastante repulsivas”.
Esa es una situación desafortunada, argumenta Pinker, porque aunque alguien use esos hechos para apoyar opiniones intolerantes, no tendría por qué ser así pues “para cada uno de ellos, hay argumentos muy poderosos sobre por qué no fomentan el racismo, el sexismo y el anarcocapitalismo, etcétera”.
Después se dispone a explicar con cuidado esos argumentos contrarios: por ejemplo, aunque en este momento es cierto que, según la Oficina de Estadísticas de Justicia, la tasa de homicidios es más alta entre las personas de raza negra que para los blancos, eso en realidad no nos dice nada de ese grupo de gente puesto que, en distintos momentos de la historia, diferentes sectores de la población han tenido elevadas tasas de crímenes; en algún momento fueron los irlandoestadounidenses. Según la misma lógica, dice Pinker, “los grupos extremistas de derecha cometen la mayoría del terrorismo nacional” y no los musulmanes.
Sería imposible que una persona razonable vea el video de ocho minutos y piense que el punto de Pinker es alabar a la extrema derecha en vez de establecer un argumento psicológico sobre la corrección política, el reclutamiento de la extrema derecha y cómo combatir mejor las ideas fanáticas de ese movimiento.
Ahora bien, quizá no estás de acuerdo con ciertas partes de ese argumento —como en mi caso, pues creo que Pinker exagera la intensidad de la corrección política en los campus universitarios— pero es difícil entablar ese debate en primer lugar cuando una versión tan gravemente distorsionada de la opinión de Pinker se está esparciendo cual incendio forestal en internet.
Steven Pinker estará bien. Una exageración momentánea en Twitter no afectará su larga y exitosa carrera como intelectual en el ámbito público. Sin embargo, esto sucede cada vez más y, en muchos casos, le pasa a personas que no tienen ni el posicionamiento ni la reputación de Pinker.
Cada vez es más difícil hablar de cualquier tema controvertido en internet sin que cada opinión sea convertida en una caricatura creada por los oportunistas que comercian con la indignación de modo que todos, por temor a quedar atrapados en la escaramuza que está a punto de explotar, nos refugiamos en nuestras trincheras ideológicas donde podemos exaltar nuestra rectitud colectiva sanos y salvos.
En este caso sería algo como: “¡Steven Pinker dijo que la extrema derecha es buena! ¡Pero la extrema derecha es mala! ¡Debemos defender este principio!”.
Caer en eso nos está convirtiendo en personas más tontas.
Fuente: nytimes.com
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