En 1794, se transmitió el que es considerado el primer telegrama de la historia. Solo tres décadas después dos hermanos lograron ‘hackear’ el sistema.

A finales del siglo XVII Francia estrenó la primera red de datos de la historia gracias al telégrafo óptico. Hoy esta tecnología resulta muy lejana, pero tuvo una gran importancia en todo el siglo XIX, pues permitió propagar mensajes a una velocidad muy superior a la de los mensajeros a caballo.

Las redes de telégrafos ópticos consistían, básicamente, en un sistema de torres coronadas con un utensilio diseñado para ser visto a gran distancia, que, mediante un mecanismo, permitía transmitir letras y números. Cada torre veía lo que transmitía la anterior y replicaba el mensaje para que llegara a la siguiente.

El telégrafo óptico es, claro, una evolución de las primitivas señales de humo o sonoras, pero con un sistema unificado con unas reglas homogéneas y regularizadas, que permitía enviar mensajes complejos.

En 1794, se transmitió el que es considerado el primer telegrama de la historia, desde Lille a París, a lo largo de 230 kilómetros y 22 torres. La tecnología, desarrollada por Claude Chappe, fue un éxito. Francia llegó a tener una red que cubría casi 5.000 kilómetros y pronto el sistema, en diferentes versiones, se extendió a Suecia, Hungría, Reino Unido y España, que inauguró su primera línea de telégrafo óptico entre Madrid y Aranjuez en 1800.

Pero el internet primigenio tuvo también unos hackers primigenios: los hermanos François y Joseph Blanc.

Ciberataque decimonómico

Como explica Tom Standagedirector adjunto de The Economist, en su libro The Victorian Internet (Bloomsbury), los hermanos Blanc trabajaban comerciando con los bonos del Tesoro francés en Burdeos, donde la información sobre los movimientos del mercado tardaba varios días en llegar desde París por correo.

Los traders que lograban obtener la información más rápido podían anticiparse a los movimientos generales y, por tanto, llevarse una mayor tajada. Algunos intentaron usar mensajeros personales, que sencillamente iban más rápido que el servicio de correo convencional e, incluso, palomas mensajeras. Pero a los hermanos Blanc se les ocurrió utilizar el servicio más rápido de todos: la línea de telégrafo óptico, pese a que esta estaba reservada a las comunicaciones gubernamentales.

Torre de telégrafo restaurada de Arévalo, en Ávila (España) / Ignacio Cobos Rey

Torre de telégrafo restaurada de Arévalo, en Ávila (España) / Ignacio Cobos Rey

En 1834, los protohackers sobornaron a un operador de telégrafo de Tours para que introdujera mensajes ocultos, sobre el valor de los bonos, en las comunicaciones rutinarias que enviaba el Gobierno. El sistema de codificación del telégrafo incluía un símbolo de “retroceso” que indicaba al transcriptor que ignorara el carácter anterior y que se iba arrastrando por toda la cadena para no repetir de nuevo la totalidad del mensaje en origen. El operador corrupto introducía un carácter que indicaba el movimiento del mercado del día anterior, seguido de un retroceso, para que el texto del mensaje que se enviaba no se viera afectado cuando se escribía para su entrega al final de la línea.

Este mensaje oculto podía ser visto, no obstante, por otro cómplice: un ex operador de telégrafos que observaba la torre de Burdeos con un telescopio y luego transmitía las noticias a los hermanos Blanc.

El montaje estuvo funcionando a la perfección durante dos años, pero en 1836 el enlace de los hermanos en Tours se puso enfermo y reveló su trato a un compañero que, esperaba, le sustituyera en el puesto. Pero su colega le traicionó y lo contó todo.

Los hermanos Blanc fueron llevados a juicio, pero no fueron condenados porque no existía ninguna ley contra lo que habían hecho. Fue el primer ciberataque de la historia y dio pie a la primera legislación sobre el uso fraudulento de las redes de datos del mundo.

Lecciones para el mundo moderno

En opinión de Standage, toda esta historia contiene valiosas lecciones para lidiar con los ciberataques actuales. La primera es evitar la complacencia, pues al igual que ocurrió con la estratagema de los hermanos Blanc, mucho ataques de la actualidad son velados y difíciles de detectar.

En segundo lugar, independientemente de la tecnología, la seguridad es una cadena y los humanos son siempre el eslabón más débil. El sistema de telégrafo parece totalmente inseguro a ojos modernos, con sus torres de telégrafos a la vista, pero en tiempos nadie que no estuviera bien entrenado sabía interpretar los mensajes. La debilidad clave fue la corruptibilidad de sus usuarios, algo que sigue siendo cierto hoy en día. Centrarse en la seguridad como un desafío puramente tecnológico deja de lado una parte importante del panorama: también depende de establecer los incentivos sociales y económicos correctos. Los operadores de telégrafo de la época tenían pocos incentivos para no aceptar un soborno. Su jornada laboral se extendía de sol a sol, mientras hubiera luz suficiente para observar la siguiente torre. Ni que decir tiene que en la época no había calefacción ni aire acondicionado, y los operadores permanecían horas en lugares elevados y completamente aislados.

Por último, la historia de los hermanos Blanc nos recuerda que siempre que haya un nuevo intento habrá alguien que encuentre la manera de hacer un uso malicioso del mismo. “Este es un aspecto intemporal de la naturaleza humana, y no es algo que la tecnología pueda o deba esperarse que solucione”, concluye Sandage.

La entrada El primer ciberataque tuvo lugar hace 200 años (y ofrece valiosas lecciones hoy) se publicó primero en Noticias Manizales.

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