6 diciembre, 2024

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Juanes, en plural

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Un par de preguntas al gentío que ayer se apelotonaba a las puertas del WiZink fueron suficientes para comprobar la heterogeneidad de público que es capaz de acomunar Juan Esteban Aristizábal Vásquez, alias Juanes: Mikel conocía al músico colombiano desde sus inicios heavies con Ekhymosis; María había estado la noche antes, en el mismo recinto, “flipando” con Depeche Mode, pero ayer tenía “ganas de ritmos latinos”. Y Ana y Esteban, un joven matrimonio que, por primera vez en un año, habían conseguido “dejar al peque en casa”, son escuchantes habituales de Cadena Dial.

Juanes viene del rock, pero en cuanto despegó en solitario se entregó sin complejos a los ritmos tropicales, a la cumbia, la guasca y la bachata, acompañados siempre de algún guitarrazo distorsionado. Una combinación acertada que, después de 17 años y siete discos, ha refrendado su éxito: es el artista que más Grammy latinos ha ganado (23) y la publicación Rolling Stone ha incluido su último disco, Mis planes son amarte, entre los mejores 50 lanzamientos de 2017, junto a nombres como Bob Dylan o Roger Waters, con la reseña “elegante y eficaz”.

‘Mis planes son amarte’, en tres canciones:

Ángel: Juanes asegura que ha coqueteado con la electrónica en este disco. Esta canción hereda sonidos de los Daft Punk más recientes.

Fuego: un cóctel de ritmos latinos que hereda la sexualidad del reguetón, que ya revienta las escuchas en internet y, a buen seguro, hará lo mismo con las pistas de baile en cuanto llegue el buen tiempo.

El ratico: posiblemente, la canción que más define la esencia Juanes, con sensualidad desparpajada, mucho humor y acompañado de la cantante colombiana Kali Uchis.

Por eso no extraña que el colombiano, a sus 45 años, saliera ayer al escenario, frente a las miles de personas que abarrotaban la platea, con una confianza desbordada. Tanto, que quemó su primer cartucho nada más empezar: A Dios le pido, uno de los temas icónicos de su carrera, puso a bailar al respetable sin calentamiento previo.

Con una banda solvente de configuración clásica (guitarra solista, bajo, batería y teclados) atacó sin acto seguido, sin resuello, Fuego, un tema de su último trabajo cargado de sexualidad. Siguió el primer tramo de la noche con mucho tropicalismo y bailoteo, y la única concesión a la pausa fue el medio tiempo de Tus fotografías, un tema que grabó hace años con la cantante canadiense Nelly Furtado.

Los brazos volvieron a levantarse con Ángel, inspirada en el funky y la electrónica del Random access memories de Daft Punk, y enseguida llegó el primer cameo: Bebe, amiga reconocida del cantante, subió a acompañarle en Es tarde, con improvisación final incluida que traslució el compadreo de los dos artistas. Al poco subió Rosalía, con la que Juanes entonó, sentidamente y poseído por Carlos Gardel, el tango Volver. Y Manu Carrasco redondeó el encuentro compartiendo baladón en Para tu amor.

Antes de llegar al bis, Juanes usó su cartucho más esperado: La camisa negra hizo retumbar el recinto deportivo. ¿Qué quedaba después del cenit que esperaba la mayoría ayer por la noche? Pues Pablo López, posiblemente, el cantante español de pop que más euforia (y escuchas en Spotify) genera en estos momentos. Ante un piano de cola blanco inmaculado, y después de elogiar “el inmenso corazón” de Juanes, los dos se intercambiaron canciones: primero interpretaron Volverte a ver, la balada de Juanes por antonomasia; después, Tu enemigo, con López haciendo la percusión sobre la tapa del piano y el público cantando tan alto que, por primera vez en toda la noche, hizo que la voz del colombiano quedase en un segundo plano.

Juanes anunció el final del concierto con Querida, el tema que cantó con Juan Gabriel en su disco Dúos, subyugando al respetable, que se la sabía de pe a pa.

Pero esa no era la forma de terminar una cita tropical: “Seguro que pensáis que estoy cansado y quiero irme a la cama, pero de eso nada. Hoy quiero quemar Madrid, hoy nadie me lleva a cada”, retó al público. Y enfiló La luz, un tema que convirtió el WiZink Center en una verbena de ritmos latinos y electrónica, un fin de fiesta, cañones de confeti incluidos, que dejó a miles de cuerpos sudorosos con ganas de más. No en vano, la mayoría confiaba en que el colombiano iba a aparecer por tercera vez, y tardaron bastante en abandonar el recinto. Salir fuera y encontrarse un domingo por la noche y gélido, con una semana laboral por delante, era un choque demasiado duro con la realidad después de pasar casi dos horas entre palmeras.

ELPAIS

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