20 abril, 2025

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Las chicherías de Bogotá, una tradición que aún perdura y que empezaron los antiguos empleados de Bavaria

Las chicherías de Bogotá, una tradición que aún perdura y que empezaron los antiguos empleados de Bavaria

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Corría el año 1876 cuando los hermanos Leo Siegfried y Emil Kopp Koppel llegaron al Departamento de Santander procedentes de Alemania, montaron una casa comercial y varias empresas que los convirtieron en grandes importadores y exportadores a finales del siglo XIX.

En ese momento, su poder económico los llevó a tener importantes conexiones políticas y a ganar una buena posición entre la elite de la sociedad santandereana y colombiana que los destacaba entre otros ciudadanos alemanes que habían migrado a Colombia por las guerras.

El prestigio de los hermanos Kopp Koppel era tal que el Gobierno Nacional de entonces, incluyó a Leo Kopp en el cuerpo diplomático colombiano ante el imperio alemán y mediante el Decreto 729 del 8 de agosto de 1883, lo nombró Cónsul ad honorem en la ciudad de Colonia.

El alemán Leo Siegfried Kopp Koppel llegó a Bogotá en 1888 cuando la ciudad contaba con unos 100 mil habitantes. Solicitó la licencia para montar una fábrica de cerveza ante las autoridades de la época y el trámite no fue nada fácil como ha ocurrido casi siempre en el país.

Pasó un tiempo hasta que le dieron permiso al empresario alemán para construir una cervecería en las afueras de la ciudad, concretamente en los predios de la antigua Hacienda Altos de San Diego, entre la Avenida Calle 28 hasta la Calle 32, que hoy es la Carrera 13 hasta la Avenida Caracas en el centro de Bogotá. 

La memoria viva del barrio La Perseverancia

Toda esta historia la evoca Luis Eduardo Ruiz Murcia, residente en el vecino y céntrico barrio La Perseverancia después de contarnos que, para construir su fábrica, Leo Kopp tuvo que contratar y capacitar a campesinos recién llegados a Bogotá que nada sabían de construcción de una planta cervecera. Un año después, el 4 de abril de 1889, inauguró la fábrica de cerveza Bavaria.

El nuevo producto era embotellado y presentado con marcas como: Tres Emperadores, Dopel, Especial, Don Quijote y la Pola. La cerveza la distribuían en carromatos tirados por caballos o bueyes y todo parecía marchar muy bien. Sin embargo, los trabajadores contratados por Leo Kopp llegaban tarde a sus labores porque, según decían, vivían muy lejos de la fábrica, pero lo cierto es que esa circunstancia afectaba la producción.

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Ante este imprevisto y para que sus empleados no se retrasaran, el empresario Kopp Koppel tomó la decisión de comprar al hacendado Daniel Vega, los terrenos que hoy ocupa el barrio La Perseverancia. Allí puso a los trabajadores a laborar por turnos y mientras unos estaban en la planta fabricando cerveza, el resto se dedicaba a la construcción de viviendas.

Cuando las casas estuvieron listas, las entregó a los trabajadores por sorteo y a los favorecidos, les descontaba del salario, mes a mes, el valor de vivienda en el barrio que ellos mismos llamaron Unión Obrera.

En sus comienzos, la gente le decía “barrio obrero” porque sabían que allá vivían todos los trabajadores de la cervecería Bavaria y Perseverancia por la persistencia que tenían en su empeño de salir adelante por su libertad. Al parecer, ese nombre de Unión Obrera no les gustó porque en 1912 lo cambiaron y bautizaron como La Perseverancia. 

Las familias residentes en La Perseverancia eran numerosas y estaban integradas por 12 o 14 campesinos descendientes de los indígenas muiscas, comunidad acostumbrada a consumir alimentos derivados del maíz como la chicha y el guarapo.

En La Perseverancia, todas las tradiciones y celebraciones las acompañaban con la famosa chicha de los siete granos preparada con arroz, fríjol, trigo, cebada, maíz, garbanzo y arveja. A la chicha la complementaba una mogolla negra llamada macaria y algunas veces, chicha y mogolla, servían de almuerzo para los trabajadores.

La dura competencia entre la chicha de la Perse y la cerveza de Bavaria

La cervecería Bavaria tenía 700 empleados entre hombres y mujeres, quienes realizaban trabajos externos, se dedicaban a la fabricación de los capachos, una especie de estera pequeña elaborada con una planta llamada junco.

Los capachos se utilizaban para recubrir las botellas de cerveza y evitar que se rompieran dentro de la canasta al rozar unas con otras. Las personas que hacían los capachos los vendían por docenas a la cervecera.

Hasta 1940, todo marchó sobre ruedas. La ciudad estaba creciendo y todos se veían contentos, pero los Directivos de Bavaria se dieron cuenta de que los habitantes del barrio La Perseverancia, en su mayoría trabajadores de la compañía, tomaban más chicha que cerveza.

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Para enderezar esa situación, empezaron a hacer propaganda en contra de la chicha, que la gente dejara de comprarla y tomarla. Sin embargo, a ellos les dio igual y siguieron consumiendo chicha y guarapo hasta el punto de que fue necesario que las autoridades tomaran cartas en el asunto.

En 1948, el ministro de Higiene de la época, Jorge Bejarano Martínez, expidió el Decreto 1839 del 2 de junio de 1948 y prohibió la venta de bebidas fermentadas como la chicha y el guarapo en restaurantes y sitios de venta de alimentos. Quien infringía la norma, era sancionado con multas que iban desde los $ 50 hasta los $2.000

Era tanta la persecución en contra de la chicha en aquellos tiempos, que los operativos de la Policía iban dirigidos en contra de los chicheros y también perseguían a los vendedores y consumidores. Los expendios que encontraban abiertos, los cerraban, botaban la chicha y se llevaban a todos los que se encontraran en ese lugar en ese momento.

El barrio La Perseverancia era uno de los sitios más frecuentados por el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, aunque nació en Las Cruces, otro de los barrios antiguos de Bogotá. Con frecuencia, llegaba a la “Perse” a jugar tejo y tomar chicha, especialmente los viernes. Allí se amañaba porque la gente lo quería y tenía muchos ahijados en la comunidad, recuerda Luis Eduardo Ruiz Murcia.

El dueño de la primera chichería fue el expresidente Alfonso López Pumarejo

La primera chichería que existió en Bogotá fue de propiedad de Alfonso López Pumarejo y se llamó La Campana. Estaba ubicada en la Calle 31 con Carrera 6. Allí trabajaban señoras del barrio La Perseverancia. Había otras chicherías famosas como Las Múcuras y las Patas, que eran muy concurridas.

Las chicherías fueron perseguidas hasta punto de desaparecer y quienes se atrevían a vender chicha, lo hacían en forma clandestina. Prueba de ello es que en la década de los 80, los expendios de chicha de La Perseverancia ya habían desaparecido.

Entre 1984 y 1986, un grupo de ciudadanos creó Vikingos, una asociación comunitaria que se apropió del tema alrededor de la chicha y rescataron esta bebida como parte de la identidad del barrio La Perseverancia.

Fue tanta la fuerza que volvió a coger el consumo de esta bebida que revivió con el impulso que le dio la Asociación los Vikingos y el 9 de octubre de 1988, organizaron el Primer Festival de la Chicha en el barrio La Perseverancia, 100 años después de haberse fundado la empresa Bavaria en Bogotá.

Con la organización del Festival aparecieron las chicherías otra vez. Actualmente, esta bebida fermentada la consume muchísima gente, pero nadie se acuerda que, durante décadas, su consumo estuvo prohibido por culpa de la cerveza.

La Asociación Comunitaria los Vikingos realizó los primeros festivales con el apoyo de la comunidad y la empresa privada. Posteriormente, unieron a la chicha el Festival Gastronómico y años más tarde, dada su importancia, la Secretaría de Cultura y el Instituto Distrital de Turismo se apropiaron del Festival y la comunidad de la Perse, como le dicen, siguió teniendo injerencia en su organización.

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A través del Fondo de Desarrollo Local de la Alcaldía Local de Santa Fé se aportaban recursos para realizar el Festival de la Chicha. En 2004, el Concejo de Bogotá, a través del Acuerdo 121, declaró el Festival de la chicha, la vida y la dicha del barrio La Perseverancia como evento de interés cultural de Bogotá.

En consecuencia, el segundo fin de semana de octubre de cada año se organiza el Festival para evocar y continuar las tradiciones culturales de Bogotá y mantener las de la región cundiboyacense en el marco de la celebración del Día de la Diversidad Étnica y Cultural en Colombia.

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También cabe anotar que uno de los protagonistas de esta historia, Leo Siegfried Kopp Koppel, murió el 15 de septiembre de 1926 en una finca en La Mesa Cundinamarca y sus restos reposan en el Cementerio Central de Bogotá donde en agradecimiento, la gente le mandó a hacer un busto en bronce y todos los lunes llegan a pedirle dinero y favores, pero nada de chicha ni cerveza, hasta donde se sabe.  


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